¡Hola!
En uno de los últimos pódcast del 2023, Facundo Arena, a quien sigo desde hace bastante tiempo por sus reflexiones sobre cómo tener la creatividad siempre presente en nuestras vidas, hablaba de que en el proceso creativo, el disfrute debe tener un lugar preeminente y, a veces, sin saber muy bien por qué, tenemos la sensación de haber perdido esa capacidad —puedes escuchar el episodio al final de este texto—.
Kirsten Powers, por su parte, llama «Resistencia» a esa «fuerza invisible que bloquea tu creatividad» y, rescatando las palabras de Steven Pressfield en La Guerra del Arte, cita:
«Es una fuerza de repulsión. Es negativa. Pretende alejarnos, distraernos, impedirnos hacer nuestro trabajo.»
No sé tú, pero yo me reconozco en cada una de esas frases; en la sensación del dique seco, de la pérdida del placer —ya lo conté en un texto anterior—, en la resistencia para ponerme a escribir más de cinco o diez minutos... En ocasiones, estas percepciones me han minado tanto que he pasado largas temporadas sin juntar ni cuatro vocablos, más allá de los estrictamente —y profesionalmente— necesarios. Y eso también me mina y no me hace ningún bien, al contrario (he tardado bastante en darme cuenta, hablaré de ello en otra ocasión).
Para ponerle solución, he ido añadiendo ideas de lo más variadas a mi lista de «Recursos para silenciar las excusas que me impiden disfrutar de la escritura» y aunque no siempre me funcionan, sí que las utilizo como chaleco salvavidas cuando siento que me ahogo en el mar de la vacuidad.
Lo que más me ayuda, sin lugar a dudas, es cambiar de escenario (llamémoslo «viajar»). Pero como esta alternativa no siempre es viable, por varias razones que no creo que haga falta que te explique, a veces el simple hecho de aislarme en un lugar que me dé paz (una biblioteca, sin ir más lejos) me vale. Eso sí, intento no llevarme «obligaciones» para no caer en la tentación de encontrar excusas.
Otra cosa que hago es echar mano de algunos libros de escritura creativa que me motivan y me consuelan a partes iguales (algunos de ellos los recomendé hace un tiempo en mi blog).
Y, para terminar, en mi kit de emergencia siempre está la opción de hablar con alguien (o escuchar algún pódcast como el de Facundo Arena, en su defecto) que me ayude a recordar que no es algo que solo me pase a mí porque, si no, es posible que entre en modo melodramático y piense que un bloqueo tan terrible como ese solo debo haberlo vivido yo en la historia de la humanidad.
¡Nos leemos pronto!
Escritura porque sí existe gracias a ti. Me encantará leerte en los comentarios de este texto y saber cómo surfeas tú los bloqueos en la escritura.